Viendo la vida con “ojos de salubrista”

Jimena Ayala Rabadán
Jimena Ayala Rabadán

Recuerdo que cuando estudiaba la carrera de medicina, los maestros me decían: “Este es un diagnóstico de camión.” Y con esto se referían a esas enfermedades que podías diagnosticar “con sólo subirte al camión” y ver a la persona. Recuerdo también haber visto en la calle las manos de alguien y pensar “tiene vitiligo”; o el caminar de un anciano con pasos cortos y pensar “tiene Parkinson”. Aquella capacidad se sentía como un “súper poder”; y es que sin un interrogatorio, sin una historia clínica y sin necesidad de pedir estudios, yo podía suponer el diagnóstico de algunas enfermedades. Ahora, después de un año de maestría, siento que tengo un nuevo “súper poder”. Por encima de esos ojos de médica, tengo unos nuevos “lentes” que aunque siguen cambiando de graduación todos los días me permiten darme cuenta de que no puedo dejar de ver las cosas con ojos de salubrista. 

Monos en las calles de Nepal
Estas vacaciones tuve la oportunidad de viajar a Nepal, donde por primera vez me percaté de esta nueva habilidad. Caminando por las calles de aquel país, no podía dejar de ver todos los determinantes sociales alrededor de mí, que hacían que Nepal, fuera Nepal. Las calles de Katmandú son como toda ciudad capital, un caos. Motos y carros amontonados sobre usando el claxon para avisar que van a pasar; falta de semáforos sustituidos por policías que vigilan y deciden cuándo dejar pasar; cables amontonados colgando de los postes –dejados ahí desde hace quién sabe cuánto tiempo–; basura sin recoger y un aroma a combustible quemado que me recordaba a la Ciudad de México. También había tiendas de verduras y frutas relativamente baratas en casi todas las esquinas; templos en medio de los caminos que inundaban las calles con olor a incienso; gente amable lista para ayudar, por lo menos a los turistas; parques y zonas utilizadas para hacer ejercicio o jugar futbol; edificios con anuncios invitando a las personas a aprender otros idiomas y poder migrar a otros países como Japón y Reino Unido. Esto, solo por mencionar algunos aspectos característicos de aquella ciudad.

Esta experiencia me hizo notar que no solo cuando estoy de viaje percibo la realidad de manera distinta a cómo lo hacía antes de empezar a estudiar la Maestría en Salud Pública, con área de concentración en Salud Ambiental. Ahora es para mí más notable cuando las personas tiran la basura en la calle, cuando dejan o no pasar a los peatones, cuando veo a la gente corriendo en las mañanas para hacer ejercicio, cuando puedo percibir machismos cotidianos, así como otras representaciones de violencia. Asimismo, sin haber perfeccionado del todo la habilidad para

Enfermeras y enfermeros que realizan sus prácticas en un asilo del gobierno de Nepal

generar preguntas de investigación, u objetivos, me genera cierto cosquilleo incómodo el hecho de ver los objetivos larguísimos poco “objetivos” que algunas personas se plantean en su vida y dicen hacer, o cuando leo la misión y visión extensas de una empresas (diciendo mucho pero nada en concreto). 

Así es que, aparte del “súper poder” de notar cosas y opinar sobre las personas fuera del área científica por sus suposiciones mal formuladas, creo que ahora soy más capaz de poder separarme de algunos de esos problemas y verlos desde fuera, analizarlos y pensar sobre ellos. Quizá no sintiéndome del todo involucrada, pero pudiendo verlos con mayor claridad.

Y tú, ¿también sientes que la salud pública te ha abierto los ojos a ver otras cosas o a ver las cosas de forma diferente? Has pensado ¿de qué color son tus lentes de salubrista, son de contacto, de sol, tendrán una graduación grande o pequeña? Lo que sí estoy segura es de que tengan los lentes que tengan, con la graduación que sea, todos los que usamos los lentes de salubrista nos vemos muy bien y miramos desde un ángulo distinto nuestro entorno.

Por: Jimena Ayala Rabadán, estudiante en el 3er semestre de la Maestría en Salud Pública, con área de concentración en Salud Ambiental.