El trabajo doméstico es socialmente devaluado, con elevada exposición a riesgos psicosociales para las y los trabajadores en este ámbito
Como parte del Ciclo de Video Conferencias Interactivas 2022, el 14 de junio de este año el Mtro. Germán Guerra y Guerra, Investigador en Ciencias Médicas C, del Centro de Investigación en Sistemas de Salud (CISS-INSP), del programa de Salud Global, dictó el Seminario “Trabajo doméstico remunerado y síntomas depresivos. Hallazgos de una revisión sistemática con métodos mixtos”, en el cual expuso sus avances de investigación doctoral en la Universidad de Ginebra (UNIGE), relacionados con este tema.
A manera de introducción el Mtro. Guerra y Guerra, siguiendo la definición de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de 2011, definió al trabajo doméstico remunerado (TDR) como las actividades realizadas en unidades domésticas privadas bajo una relación de trabajo. Estas actividades incluyen limpieza, cuidado de menores, adultos mayores y/o personas en enfermedad; y otros como jardinería, vigilancia y/o preparación de los alimentos. “El trabajo doméstico remunerado tiene una función específica fundamental en la reproducción de hogares o la vida inmediata –señaló– y muchas veces reemplaza también funciones de otros sistemas como los de salud, cuidados y bienestar”.
Para dimensionar su magnitud, Germán Guerra y Guerra hizo saber que alrededor del mundo existen 75.6 millones de trabajadores doméstico, lo que representa aproximadamente el 5% de la población ocupada. El 76% son mujeres (57.4 millones), representando al 9% de la población femenina trabajadora. El 85% de los trabajadores domésticos, son trabajadores domésticos no migrantes (TDR) y 1 de cada 4 habita en el Continente Americano. Hay países, como la isla asiática de Baréin, en donde el 80% de sus mujeres trabaja como trabajadora doméstica. Las tasas más elevadas de mujeres trabajadoras como trabajadoras domésticas en América se encuentran en Argentina o Brasil (representando casi un 20% y un 14%, respectivamente). En México, 1 de cada 10 mujeres trabajadoras (cifra de alrededor de 2 millones) es trabajadora doméstica.
El TDR absorbe a una gran cantidad de población femenina en el mundo; éste es un trabajo mayoritariamente informal (81.25%), con bajos salarios (56.4% de la media de otras trabajadores), con jornadas atípicas y falta de seguridad social. Se trata de un trabajo con una elevada exposición a riesgos ocupacionales entre los que destacan los musculo-esqueléticos, químicos y psicosociales –incluyendo violencia y acoso–.
La relación entre condiciones laborales e impactos en salud están mutuamente implicados, pues dicha relación está mediada por el valor social que se le asigna al trabajo doméstico. El Mtro. Guerra y Guerra explicó que el trabajo doméstico es un trabajo socialmente devaluado. Y en países coloniales con raíz esclavista la población que estaba en desventaja cuando llegan las independencias se tuvo que incorporar como servidumbre, replicando así las condiciones previas de subordinación. Esta situación puede derivar en una discriminación intersectorial (razón etnia, género, económica) y en la vulnerabilidad por exclusión social. Pues las y los trabajadores domésticos son grupos poblacionales sin acceso a condiciones que mejoren su bienestar y calidad de vida, tales como educación o salud, por mencionar algunas de las más básicas. “Vivir en pobreza cierra el círculo de discriminación y segregación y cancela las posibilidades de tener un trabajo digno”, afirmó el investigador del CISS-INSP. Sobre la relación entre síntomas depresivos (SD) y trabajo doméstico remunerado (TDR), hizo saber que el 4.4% de la población mundial presentó SD en 2015. Se trata de la 5ª causa de años de vida perdidos por discapacidad (AVD) en 2019, es mayor en mujeres que en hombres, con casi 600 años de vida perdidos por cada 100 mil mujeres, y se asocia a factores de riesgo tales como violencia, abuso y eventos vitales estresantes.
Si bien la evidencia sobre la relación entre trabajo y SD es vasta (los ambientes psicosociales, las condiciones laborales, la percepción de riesgos, los esquemas de esfuerzo y recompensa en el trabajo, tienen efectos sobre trastornos mentales comunes o síntomas depresivos). Existe escasa evidencia sobre ocupaciones vulnerables o de informalidad que están en desventaja en el mercado laboral, como es el caso del trabajo doméstico remunerado. Por ello la importancia de poder estimar qué pasa con este grupo que ha sido social y científicamente “invisibilizado” (el 85% de este grupo de trabajadores es no migrante pero está menos estudiado que el 15% migrante), para tratar de devolver el valor social a la función de cuidados que desempeñan estos trabajadores.
Sobre los síntomas depresivos (SD), el Mtro. Guerra y Guerra hizo saber que se buscaba conocer la frecuencia con la que se presentan, en comparación con otros grupos poblacionales, y qué factores más allá del trabajo influyen para su aparición. También, señaló que en la revisión sistemática de estudios comparativos en Argentina, Chile y Brasil se encontraron factores comunes relacionados con las pobres condiciones laborales y el poco valor social que se le asigna al trabajo doméstico, tales como la pobreza y discriminación, la remuneración insatisfactoria, la falta de seguridad social, la violencia y el abuso sexual. Se identificaron determinantes sociales de pobreza; pasado colonial/esclavista, etnia y clase; género (conflictos de rol y violencia de pareja); un contexto marcado por subordinación basado en discriminación (clase, etnia, etcétera); y una baja capacidad de negociación de sus condiciones laborales. Asimismo, determinantes del lugar de trabajo, tales como violencia laboral y riesgos psicosociales e informalidad y desregulación-condiciones laborales discrecionales (descanso, pago), abuso y violencia. De igual manera, se identificaron estresores, tales como el aislamiento y la incapacidad de socializar (estrategia de afrontamiento).
Acerca de los SD como problema común de salud mental en TDR, el Mtro. Guerra y Guerra hizo saber que la prevalencia reportada es similar y mayor a la reportada en estudios con otro tipo de trabajadores informales.
Mediante evidencia cualitativa se determinó al trabajo doméstico como contexto único en donde hay confluencia de diversos determinantes (sociales, laborales, individuales) que estructuran conjuntos de factores de riesgo para SD cimentados en inequidades sociales que producen inequidades en salud mental. Por otro lado, se identificaron pocos factores protectores que sugieren la necesidad de la modificación de relaciones de género (pareja) y regulación de relaciones laborales.
El Mtro. Guerra y Guerra señaló que –aunque aún escasa– la evidencia sobre SD en TDR sugiere un gradiente en salud mental de acuerdo con la posición social de las TDR en el mercado de trabajo. Los determinantes estructurales como pobreza, violencia de género y la discriminación interseccional son factores que impulsan la inserción laboral de las mujeres en esta ocupación, lo que a su vez aumenta su exposición a riesgos psicosociales y las condiciones anteriormente mencionadas contribuyendo a la aparición de síntomas depresivos (SD). Sin embargo, la evidencia recabada hasta la fecha puede ser útil para incorporar intervenciones basadas en acuerdos y agendas internacionales, tales como el Convenio 198 de la OIT o el Plan de Acción sobre la salud de los Trabajadores 2015-2025.
Por: Redacción ESPM
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