La actividad física y su impacto en la salud pública
Como parte del ciclo de Videoconferencias ESPM, el pasado martes 2 de julio, la Dra. Deborah Salvo, Profesora del Departamento de Kinesiología y Educación para la Salud de la Universidad de Texas en Austin, y la Dra. Alejandra Jáuregui de la Mota, Jefa del departamento en Área Médica del Centro de Investigación en Nutrición y Salud (CINyS) del INSP, presentaron la conferencia titulada “La actividad física y su impacto en la salud pública”. Su objetivo fue resaltar la importancia de las influencias macro-contextuales en la crisis global de inactividad física, reconocida como pandemia desde 2012, dado que casi un tercio de la población adulta mundial y el 80% de los adolescentes no cumplen con las guías de actividad física de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La Dra. Deborah Salvo enfatizó que la inactividad física constituye una emergencia de salud pública que requiere movilización de recursos para su abordaje. Es un factor de riesgo demostrado para numerosas enfermedades, incluyendo varios tipos de cáncer, diabetes, Alzheimer y enfermedades cardiovasculares. También afecta la calidad de vida y la longevidad de las personas. Además, existe evidencia creciente de que la inactividad física es un factor de riesgo para desarrollar casos graves de Covid-19 y otras enfermedades respiratorias, especialmente relevante tras la reciente pandemia.
Durante la videoconferencia se explicó que se considera una pandemia cuando más del 10% de la población mundial está afectada, cruza fronteras internacionales y ocurre simultáneamente en múltiples regiones. La prevalencia global de inactividad física cumple con estos criterios, afectando a países donde más del 50% de la población no cumple con las recomendaciones mínimas de actividad física.
Según datos recientes publicados en Lancet Global Health, México presenta una prevalencia de inactividad física inferior al 20%, aunque sigue siendo un problema significativo. A pesar de esto, México tiene datos sólidos de vigilancia epidemiológica gracias a las ENSANUT, que recolectan y reportan información de manera constante. Sin embargo, las proyecciones indican que México podría superar los niveles esperados de inactividad física para 2030.
Aunque las estrategias efectivas para aumentar la actividad física provienen principalmente de países desarrollados, el 84% de la población mundial vive en países de ingresos bajos y medianos, donde hay menos investigación y menos intervenciones documentadas. Esto sugiere variaciones significativas en los contextos locales. En América Latina, Brasil, Chile y Colombia son líderes en la investigación sobre actividad física.
Es importante comprender los factores macroscópicos que contribuyen al problema de la inactividad física para poder implementar estrategias efectivas tanto a nivel global como local. Al respecto, la Dra. Salvo dijo que las estrategias actuales, centradas en el conocimiento y la confianza interpersonal para fomentar la actividad física, tienen un impacto moderado y son limitadas en escalabilidad sin modificaciones en los sistemas de salud pública. En contraste, países como Australia han integrado con éxito estas estrategias en sus sistemas de salud pública, demostrando su eficacia a gran escala.
Estrategias ambientales y su impacto en la actividad física
Según lo expresado en esta videoconferencia, la comprensión del problema de la inactividad física se facilita al considerar nuestro entorno físico y social. Sin modificaciones en estos, las estrategias individuales podrían no ser efectivas.
La Dra. Salvo retomó el enfoque ambiental del Dr. Sallis al destacar que la actividad física ocurre en entornos específicos. Explicó que la investigación se ha movido hacia el estudio de las condiciones urbanas que promueven la actividad física, dando origen al concepto de “caminabilidad”. Este concepto evalúa qué tan propicio es un lugar para caminar –una de las formas más comunes de actividad física que puede alcanzar intensidades moderadas beneficiosas para la salud–. Se identificaron tres medidas para determinar la caminabilidad: 1) Intensidad de intersecciones y conectividad de calles; 2) Densidad poblacional y residencial; 3) Uso del suelo, incluyendo la presencia de negocios, servicios y espacios públicos que fomenten la actividad física.
En países de ingresos más altos, se observa una mayor actividad física asociada a entornos más caminables. No obstante, en América Latina se observa una discrepancia contextual, donde las ciudades pueden tener altos índices de caminabilidad pero las tasas de actividad física no cumplen con los niveles recomendados. Esto plantea la necesidad de replantear el diseño urbano para alcanzar niveles adecuados de actividad física en la población.
La Dra. Salvo mencionó el estudio IPEN, diseñado para investigar la asociación entre el diseño urbano y la actividad física de manera precisa y confiable. Un hallazgo clave fue que un índice alto de caminabilidad en Estados Unidos correlacionaba inversamente con la actividad física observada en colonias de Cuernavaca, México. Esto sugiere que las recomendaciones de diseño urbano deben adaptarse a contextos locales específicos.
La investigadora propuso redefinir el concepto de caminabilidad para incluir otros factores determinantes como el transporte público, la infraestructura peatonal, la seguridad, la estética y el entorno macro-social. Estos aspectos son cruciales para crear entornos que fomenten la actividad física y la salud pública de manera integral. Además, planteó la necesidad de cuestionar si la actividad física siempre representa una elección saludable, dado que puede ser influenciada por necesidades económicas o condiciones de seguridad y salud del entorno urbano. En ciudades latinoamericanas, la caminata puede ser tanto una elección de tiempo libre como una necesidad de transporte, y es crucial entender estas diferencias para diseñar políticas efectivas de salud pública.
En conclusión, la Dra. Salvo sugirió establecer una agenda de investigación en actividad física y salud pública que responda a las necesidades específicas de los contextos locales. Esto incluye adaptar y replicar estrategias efectivas, redefinir las preguntas de investigación y considerar soluciones que sean relevantes y funcionales para abordar el problema de la inactividad física en diferentes comunidades.
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